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Manuel Gómez Naranjo. Con tecnología de Blogger.
Acerca de mí
jueves, 22 de diciembre de 2016
“Hemos
soñado el mundo. Lo hemos soñado resistente, misterioso, visible, ubicuo en el
espacio y firme en el tiempo; pero hemos consentido en su arquitectura tenues y
eternos intersticios de sinrazón para saber que es falso” (Borges)
Ha llegado el
tiempo de desalojar esta burbuja que habitamos para acercarnos a la densa
hondura de los desesperados, de aprender sobre los olores que se aproximan al
sufrimiento, de hinchar velas en el desierto a fuerza de pulmón, de aconsejar a
las mariposas para que vuelen rectas como gaviotas, de encaminar los ojos hacia
la primavera para encontrar el alma en el discreto encanto de los atardeceres.
Ha llegado el
tiempo de caminar de nuevo bajo el sol, de mover los remos con dirección al
sur, de verse crecer atónito el abdomen y de asombrarse porque hoy amaneció
como todos los días –lo que ya es un milagro-.
Ha llegado el
tiempo de ungir a las palabras olvidadas, aquellas que florecieron sobre la
piel de los hipopótamos y encontraron un eco líquido al pie de los tepuyes.
Ha llegado el
tiempo de auscultar a los discursos; de lavarlos por dentro con agua de mar
penumbrosa de algas, de frotarlos hasta el dolor para que vuelvan del brillo a
la opacidad de lo real.
Ha
llegado el tiempo de creer un poco más en las abejas y en el balido de los
carneros, de asomarse al umbral de la niñez como un pretexto para encontrar la
pureza perdida, de fatigar los espacios públicos con los pies afirmados y los
brazos abiertos, de romper el silencio con un alud de voces que se apropien de
los sonidos infinitos de la naturaleza. Ha llegado el tiempo de la fe.
Ha llegado el
tiempo de poner en evidencia a los que pecaron porque creyeron en su propia
santidad y, también, de reivindicar a aquellos demonios que no se enteraron de
sus culpas; sobre ellos pesan siglos de injuria.
Ha
llegado el tiempo de desmentir la fábula de Borges de que en Uqbar los espejos
y la cópula son abominables, porque reproducen el número de los hombres. Ha
llegado el tiempo de resumir lo bifrontal, de solventar –por fin- la dialéctica
de los cotiledones hasta encontrar un lugar en el mundo que no resulte ajeno
para nadie.
Ha llegado el tiempo de soñar, de dar, de
aproximarse. El tiempo de sumarse, de prescindirse; pero sobre todo de reír,
porque la vida es como un paraguas a quien llevamos tomado de la mano para
salvarnos de la vida.
Ha llegado el
tiempo de la fe. Ha llegado el tiempo de crear.
Manuel Gómez
Naranjo
Cumaná, 87/ Los
Teques mayo/98.
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POEMAS
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